José Carlos Carabias/ABC

Los sueños de niño de Carlos Sastre (Madrid, 33 años) se plasman ahora en cuestiones tangibles. No se mueve un pelo en el nuevo equipo ciclista, el Cervélo, sin su anuencia. El ganador del Tour 2008 ha cambiado de casa y ejerce de patrón. Un estilo pausado, sin estrés ni chirridos, para un corredor de fondo que convirtió la paciencia en santuario el día que atacó en Alpe d´Huez. Ayer, en la presentación de su nueva escuadra, atendió a ABC.

-¿Qué significado tiene la aparición de Cervèlo?

-Es la recuperación del pasado. Un patrocinador que tiene su propio equipo. La mayoría de nuestros colaboradores están relacionados con el ciclismo. Para mí es un reto.

-¿Y volver a empezar de cero no es un riesgo?

-Sí, pero me gusta el riesgo.

-Ha acabado mal con todos sus ex directores. Riis, Manolo Saiz, Echávarri. ¿Es personalidad o son malas pulgas?

-Hay amores que matan, ja, ja, ja. Yo me entrego al cien por cien y, cuando hemos chocado, a ellos nunca les gusta, pero me terminan respetando. Siempre volvemos y se establece una relación normal y cordial.

-¿Se queda con alguno de los tres?

-No. Me quedo con lo mejor de cada uno, pero no al cien por cien. Hay cosas que me gustan y otras que no.

-Su ataque en Alpe d´Huez ha sido elegido mejor momento del año en el internet ciclista. ¿Cómo fue el instante exacto?

-Fue justo antes de la primera curva. Les dije a mis compañeros, «voy». Se me pegaron Menchov y Aerts. La segunda vez que me puse en pie, ellos se sentaron. Y dije ahora o nunca.

-¿Ha tenido que pagar algún precio por ser inconformista, por marcar su propio camino?

-No creo. He llegado donde he querido con mi forma de ser. Soy una persona íntegra y segura de mí mismo. No estoy pendiente de lo que dicen de mí y, aunque ha habido algunas polémicas detrás de mí, creo que el tiempo y la paciencia me han puesto en mi sitio.

-Pero si es un solitario que proclama valores en desuso, el trabajo, la fuerza de voluntad, no rendirse...

-Algo tendrá el agua cuando la bendicen, ¿no? Ja, ja, ja. Sí, ya sé que soy una especie en extinción respecto al mundo en que vivo, pero soy muy feliz. No necesito el ruido para llegar a los sitios. Tampoco el marketing. Me gusta mi estilo. Tranquilidad, no agobios y conocerme a mi mismo.

«Mi cuñado, Chava Jiménez, Jalabert e Íñigo Cuesta han sido mis modelos dentro del ciclismo»

-Sin embargo, lució el chupete azul de su hija Claudia cuando ganó en Plateau de Bonascre...

-Eso no fue marketing. Era el chupete que mi hija usaba para dormir. La quería tener presente mientras corría. Y también llevé el chupete de mi hijo hasta hace año y medio, pero como no gané nada...

-¿Le cuesta ser una estrella?

-Ni me cuesta ni me deja de costar. Soy yo mismo, sin que me alteren los medios.

-¿Le hacen más la pelota después de ganar el Tour?

-No. Siempre he sabido quién es amigo y quién no.

-¿Por qué quiso ser ciclista?

-Por mi padre, que montó la escuela en El Barraco. Y supongo que por elevación, por Ángel Arroyo, que era vecino del pueblo.

-¿Qué recuerdos ciclistas tiene de su infancia?

-Volvía del colegio y me ponía delante de la tele para ver la Vuelta a España. Recuerdo a Perico luchando con los colombianos, a Cubino, a Lucho Herrera.

-¿Y qué hacía cuando Indurain ganaba Tours como un loco?

-Aplaudir... Recuerdo a Miguel con mucho cariño. Ingresé en el Banesto aficionado en 1994 y él ya había ganado tres Tours. En una concentración en Pamplona, nos pusimos a la puerta a esperarle. Y cuando llegó saludó de uno en uno a cada corredor. No nos queríamos lavar la mano. Fue un gesto de humanidad de un campeón y de una gran persona.

-¿Quién le ha marcado en la vida?

-Chava, mi cuñado, por su naturalidad. Jalabert, por su forma de ser. Iñigo Cuesta, por su entrega. Y mis padres.

-¿El ciclismo es un deporte del pasado o del futuro?

-Del pasado y del futuro.

-¿Y la bici, como transporte?

-Del futuro, aunque no sé si en España.

-¿Cuál fue la noticia más relevante de 2008?

-La elección de Obama.

-¿Quién es mejor, Contador o usted?

-Él tiene más éxitos, ¿no?